Era hora, ya que parecían meses sin tener noción, entonces llegué de mis habituales clases, aunque este día no habían sido tan habituales, tal vez no tanto por el cambio en el rutina, lo que pasaba era que sabía que me esperaba en el crepúsculo de ésta noche, entonces llegué a mi casa, despendí mis libros, mi morral, mi cabeza…, me dediqué unos minutos a mirarme en el espejo, aplicar crema en mi cara y a sonreír, como un perfecto imbécil, lo cual me agradaba de sobremanera, inoperablemente el tiempo iba a pasar tan lento como sabe hacerlo cuando no quiero que sea de esa forma, encendí un cigarrillo y lo fumé viendo hacia donde iba a ser el encuentro entre tártaro y el vergel, luego me dispuse a leer para entrehender la mente, no era cumbres borrascosas ni entrevista con un vampiro, pero era como siempre una historia de amor, a eso de las cinco y cincuenta de la tarde, cambié mi pantalón por un blue Jean e inserté un saco de color blanco bajo mi chaqueta, entonces me dirigí hacia el sitio del encuentro, me temblaban los pies como si fuera la primera vez que lo viera, me sonaba en la cabeza el fatalismo que siempre yace inerte en mi, de que tal vez no nos viéramos y la tierra descansara un día, cuando llegué lo llamé de inmediato, -no lo llamé de inmediato-, cuando apagué mi segundo cigarrillo lo llamé.
-¿Aló?
-Hola
-Puedes llamarme en un momento por favor
-Si, claro.
Entonces colgué y sentí paz, no de no verlo ni de ser tan cortante esa llamada, sino de tener más tiempo para respirar, entonces veía a la gente salir con sus libros en la mano, todos tan no él, pero entonces me repetía paradójicamente
-¡Sal!, pero demórate todo lo que quieras, aunque quiero que salgas ya, demórate, aunque quiero verte, no salgas, quédate, arriba hay conocimientos, acá hay tierra, ¿por qué no sales?, mejor que no salgas.
Entonces salió y yo me sentí en shock y como un infante en su primera cita, - ésta no era una- di vuelta y gritó mi nombre, lo cuál me llamo como la miel a la abeja, nos abrazamos, reíamos y hablamos un rato de trivialidades con tanto sinsentido como con tanta importancia, en medio de la calle, en medio de la nada, contento de estar en ese instante vivo y no muerto, pero era un tiempo de calidad por ende no podía ser eterno, por que se volvería abrumador –no para mi-, entonces sentí la presencia de dos, dos ángeles, que me saludaban como si yo fuera parte de su nirvana, me preguntaron si deseaba que me acercaran a casa, pero entonces negué, ya que desviarían mucho bajar hasta el infierno y luego de vuelta hasta arriba, se fueron y yo me di cuenta de dos cosas:
La primera era que estaba impactado y con un amasijo sensacional, la segunda que no necesitaba tenerlo entre mi boca, con tal y lo llevara de la mano.
Hay una cosa que ha llegado a excitarme más que cualquier hombre o mujer en todo el mundo: los libros, bueno sólo uno y era él, quien me hacía leer en sus ojos, esa era mi literatura favorita.
-¿Aló?
-Hola
-Puedes llamarme en un momento por favor
-Si, claro.
Entonces colgué y sentí paz, no de no verlo ni de ser tan cortante esa llamada, sino de tener más tiempo para respirar, entonces veía a la gente salir con sus libros en la mano, todos tan no él, pero entonces me repetía paradójicamente
-¡Sal!, pero demórate todo lo que quieras, aunque quiero que salgas ya, demórate, aunque quiero verte, no salgas, quédate, arriba hay conocimientos, acá hay tierra, ¿por qué no sales?, mejor que no salgas.
Entonces salió y yo me sentí en shock y como un infante en su primera cita, - ésta no era una- di vuelta y gritó mi nombre, lo cuál me llamo como la miel a la abeja, nos abrazamos, reíamos y hablamos un rato de trivialidades con tanto sinsentido como con tanta importancia, en medio de la calle, en medio de la nada, contento de estar en ese instante vivo y no muerto, pero era un tiempo de calidad por ende no podía ser eterno, por que se volvería abrumador –no para mi-, entonces sentí la presencia de dos, dos ángeles, que me saludaban como si yo fuera parte de su nirvana, me preguntaron si deseaba que me acercaran a casa, pero entonces negué, ya que desviarían mucho bajar hasta el infierno y luego de vuelta hasta arriba, se fueron y yo me di cuenta de dos cosas:
La primera era que estaba impactado y con un amasijo sensacional, la segunda que no necesitaba tenerlo entre mi boca, con tal y lo llevara de la mano.
Hay una cosa que ha llegado a excitarme más que cualquier hombre o mujer en todo el mundo: los libros, bueno sólo uno y era él, quien me hacía leer en sus ojos, esa era mi literatura favorita.
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